Google la lió parda (otra vez)
De cómo el ingenioso youtuber reflexiona sobre lo importante que es pensar out of the box.
El otro día prometía una historia sobre AlphaGo.
Y aquí está.
Hace tres mil años, en China, se inventó un juego de estrategia, el go. Este juego es tan complejo que, hasta hace poco, se creía que las máquinas no podían dominarlo.
Sin embargo, en DeepMind -comprada por Google en 2015- diseñaron AlphaGo, un programa de inteligencia artificial que aprendió a jugar sin intervención humana.
En todas mis charlas menciono este momento, marzo de 2016, cuando el cacharrito se enfrentó a Lee Sedol, un profesional de 9 dan (el nivel más alto) conocido por su estilo de juego creativo y agresivo.
En la segunda partida, hubo un momento decisivo, el movimiento 37.
Hasta ese punto, la partida había sido muy reñida. AlphaGo, jugando con las fichas negras, tenía dos opciones obvias para continuar.
Ambas eran jugadas tradicionales que cualquier jugador experimentado consideraría.
Pero AlphaGo hizo algo inesperado: colocó una piedra en una posición que ningún jugador humano habría considerado.
Este movimiento 37 fue tan inusual que los comentaristas y expertos quedaron atónitos.
Muchos pensaron que era un error.
Lee Sedol, visiblemente desconcertado, se levantó y salió de la sala, necesitando tiempo para procesar lo que acababa de ocurrir. Cuando volvió, la presión de este movimiento inesperado había cambiado el flujo del juego.
Y la historia.
Nuestra historia.
AlphaGo había cambiado el juego para siempre.
En The New Yorker escribieron al día siguiente: «Si miras hacia el futuro, probablemente ni siquiera estamos en el comienzo de lo que la IA puede hacer. Estamos en el principio del principio».
AlphaGo ganó cuatro partidas a una.
Ocho años después, estamos donde estamos.
Y sin embargo, no es de IA de lo que quiero hablar.
Quiero hablar del movimiento inesperado.
De hacer, para ganar, lo que nadie espera.
La verdadera innovación viene de romper moldes.
En la despedida del primer training camp de Planeta Triatlón, solté una frase que lejos de ser pretenciosa (que lo mismo lo es), es toda una declaración de intenciones: «Podría intentar hacer las cosas mejor que el resto, pero prefiero que el resto intente hacerlas como las hago yo».
Así entiendo las cosas.
No soy pretencioso.
Como Miren Iza en el podcast de Valeria Palmeiro, «soy gilipollas», pero no pretencioso.
Cuando cuestionas las normas, cuando te atreves a explorar nuevas rutas, abres la puerta a posibilidades infinitas. No es fácil, lo sencillo es optar entre lo establecido.
Como dice Rick Rubin, «las costumbres sociales dictan lo que está bien y lo que está mal, lo que se acepta y lo que se mira con malos ojos, lo que se aplaude y lo que se denuesta. Los artistas que definen cada generación suelen ser aquellos que habitan fuera de esos límites».
Entre nosotros: es mejor no seguir a la multitud. Es mejor romper moldes, innovar e ir más allá de lo esperado.
Aunque a veces nos suponga un buen rejonazo.
Diego Rodríguez escucha berlin U5 de Zahara.
Diego Rodríguez no ha comido nada hoy aún.
Diego Rodríguez sueña con la tarde de hoy miércoles.