El día que ligué jugando a Apalabrados
De cómo el ingenioso youtuber descubrió que las palabras abren más puertas que un gimnasio entero
El domingo pasado volé de vuelta a Madrid. Venía de que me insultasen.
Imaginaos el percal: un avión lleno de gente, con gente matando el tiempo.
Unos viendo series en el móvil.
Otros jugando en el móvil.
Otros borrando fotos en el móvil.
Y cuatro gatos -cuatro- con un libro o un Kindle en la mano.
¿Cuándo dejamos de leer y empezamos a rellenar el tiempo como idiotas?
No es nostalgia barata.
Es que leer no es entretenimiento: es entrenamiento.
Leer te da vocabulario.
Te da agilidad.
Te da discurso.
Te da historia.
Y te da una ventaja brutal: saber cautivar.
Para lo feo que soy, lo calvo que estoy y lo gordo que estoy... he ligado demasiado bien a lo largo del tiempo.
Y no es casualidad.
He ligado porque sé escribir.
Porque sé hablar.
Porque sé hilar una historia en WhatsApp, en Twitter, en cualquier red donde haya que usar algo más que abdominales.
Por ligar he ligado hasta por Apalabrados.
Os lo juro. Con una chica de Madrid.
Entre mete una palabra por aquí y una palabra por allá, aproveché el chat de la app para meter otras cosas.
Porque cuando te sabes expresar,
cuando sabes construir una historia,
cuando sabes tocar una emoción con palabras,
juegas en otra liga.
Hay quien entrena glúteo.
Yo entrené adjetivos. Y créeme: funciona.
Así que si quieres gustar más,
si quieres que te escuchen más,
si quieres tener algo más que seis abdominales que enseñar…
lee.
No te va a salir pelo.
No te va a marcar la mandíbula.
Pero te va a dar una herramienta que mucha gente guapa no tiene:
el poder de que te escuchen… y quieran quedarse.
Y si no, pues me contratas a mí.
Diego Rodríguez escucha Santos que yo te pinté de Los planetas.
Diego Rodríguez ha comido hoy tortitas.
Diego Rodríguez sueña con una buena siesta.