¿Me puedo hacer una foto contigo?
De cómo el ingenioso youtuber reflexiona sobre la innecesaria necesidad de grabar todo con el puto móvil.
Hace un par de años, cuando Lebron James superó los un récord de puntos en la NBA -no recuerdo cuál-, tuve un debate con Gelo Suárez en LinkedIn.
Yo me quejaba de que, en la foto icónica del momento, un 99% de los espectadores estaba grabando el instante con sus móviles.
Perdiéndose el momento.
Estaban en directo ante un hecho histórico, y lo veían a través de una pantalla minúscula.
Desnaturalizándolo.
Empobreciéndolo.
«Tú habrías hecho lo mismo» me decía Gelo.
Y yo negaba la mayor.
He viajado a Bélgica a ver a Pogaçar en el Muro de Huy.
He viajado a Francia a ver a Van del Poel entrando a 42kms/h en el Bosque de Arenberg.
He viajado a Hawaii para ver en directo la última coronación de Jan Frodeno como Campeón del Mundo de IRONMAN.
He visto cosas que no te imaginas más allá de Orión.
No, eso no.
Pero casi.
Y no tengo grabado ninguno de esos momentos en mi puto móvil.
Me pasó en el último viaje a Gran Canaria. Mientras Omar editaba en el hotel, mi amiga Mariajo y yo pudimos ir a Mogan a ver el atardecer. Os aseguro que es una imagen espectacular, con el sol yéndose por detrás del Teide, que en días claros, se dibuja a la perfección en el horizonte.
Obviamente todos los que estábamos allí éramos foráneos.
Gente que no íbamos a volver a Gran Canaria en una temporada.
Y en vez de vivir el momento, allí estaban todos, haciéndose la foto de marras ante un atardecer único.
Quizás el más bonito que he visto en años.
Vivimos en el mundo del ahora. Solo vale el ahora.
Grabamos a Lebron, a Pogaçar o a Taylor Swift no para recordar el momento.
Lo hacemos para mostrarlo en redes.
Para recordarles al mundo que nosotros hemos estado, y ellos no.
El atardecer de Mogán solo nos interesa porque sabemos que, en su belleza capturada, nos va a traer un amplio número de likes.
Solo nos interesa la notoriedad del momento.
Kyle Chayka, en Mundofiltro, habla de un bar en Nueva York, Black Tap, cuyos batidos se hicieron famosos allá por 2016.
«Tenían un aspecto apropiadamente espectacular en una foto de Instagram, estaban tan llenos de golosinas y otros accesorios (hasta un trozo de tarta entero) que eran apenas comestibles».
«Estaban más pensados para ser fotografiados que para ser consumidos; el exceso de ingredientes creaba un desperdicio físico poco sostenible».
¿En qué momento nos hemos perdido por el camino?
La verdad es que no lo sé, pero intuyo que fue cuando empezamos a preocuparnos más por la validación externa que por la interna.
Y ahora a currar, chavalada.
Diego Rodríguez escucha Con las ganas de Zahara.
Diego Rodríguez no ha comido nada hoy aún.
Diego Rodríguez sueña con la carrera a pie por la playa de dentro de un rato.