Las joyas de la madre de Visconti
De cómo el ingenioso youtuber piensa que a veces no le ponemos a las cosas el interés debido.
Historieta.
No sé si conoces la que lió Luciano Visconti, el director de cine, en la grabación de El Gatopardo, una de sus películas más famosas.
La peli es de época, como del siglo XVIII o cosa así.
Y con intrigas palaciegas.
Y como en todo buen palacio, había que decorar con trajes de época, tapices y joyas a cascoporro.
Es cine: todo podría ser atrezzo, de cartón piedra, bisutería barata como la que se compra en un centro comercial.
Pero no. Luciano Visconti dijo que no.
Que si Claudia Cardinale llevaba unos pendientes en el baile, que tenían que ser esmeraldas auténticas. Nada de cobre bañado en plata. Nada de plástico.
Y no era porque se fuese a ver.
Era porque él lo sabía.
Y ya le valía. Y porque, decía, la verdad se siente.
La historia no tiene más.
Pero piensa en el pastizal que se tuvieron que gastar en producción aparentemente “para nada”.
Ropa interior de época.
Tapices auténticos.
Alfombras traídas de Baviera.
Joyas originales de Eleuteri (y de la madre de Visconti).
Vale.
Ahora, la moraleja.
¿Cuántas veces haces cosas con lo puesto? Que salgan fácil y punto. Que cuelen.
Cuántas veces en tu día a día, haces cosas por rutina e inercia y sin ponerles cuidado.
Cuántas veces usas bisutería porque “da el pego”.
Yo muchas.
Últimamente, demasiadas.
Y por eso escribo esto.
Porque hay una diferencia sutil pero inmensa entre hacer las cosas y hacerlas de verdad.
Y se nota, aunque no se vea.
Siempre se nota.
Chispún.
Diego Rodríguez escucha Somebody help me de Ottis Reading.
Diego Rodríguez no ha comido nada hoy aún (a estas horas).
Diego Rodríguez sueña con no tener tanto calor el resto del viaje a Barcelona.