Hacer lo obvio real (o como a veces no ganamos dinero por no pedirlo)
De cómo el ingenioso youtuber no contaba con un cliente de este calibre, las cosas como son.
Tengo un cliente que me ha costado seis años que lo sea.
Es un organizador de eventos. De varios eventos.
A lo largo de todo este tiempo, de estos más de 2.190 días (sí, acabo de mirarlo con la calculadora), he publicado artículos de sus carreras, he ido a grabar los días de competición (para otros clientes), he entrevistado a deportistas que iban a correr, me he mandado Whatsapps con el responsable del circuito.
En todo este tiempo no dije ni una vez que quería trabajar con ellos, que quería su dinero.
Que es algo que, obviamente, suelo tener la costumbre de querer. Al fin y al cabo tengo una revista deportiva que tiene la de la promoción de carreras como una de sus fuentes de ingresos.
Que quiera trabajar con (casi) todas las pruebas que se celebran en España es de lo más normal.
Y digo casi todas porque hay unas cuantas de las cuales no quiero ni un duro.
Lo tengo clarísimo.
Y lo podría decir hasta con acento andaluz.
Pero a ver, que me voy del tema: en una de estas conversaciones de WhatsApp con el organizador, este año, a principio de temporada, hice un movimiento casi sin darme cuenta, como expresando lo obvio: «¿En qué momento voy a trabajar con vosotros?».
«Pensé que no ibas a preguntarlo nunca», dijo mi interlocutor. «Sabes con quién trabajamos, pero yo tengo claro que con quien hay que trabajar es contigo. Te pongo en contacto con marketing y lo cuadráis».
Fue la negociación más sencilla que he tenido en mucho tiempo. Propuse unos contenidos, marqué un precio, y nadie, absolutamente nadie, me protestó nada.
Eh, e iba con tarifas altas, muy superiores a las de mi competencia. Lo que hago siempre, vamos.
¿Y qué hizo que nadie me discutiese tarifas o contenidos, y que este año esté en mi TOP5 de clientes de la revista por volumen de facturación? La credibilidad ganada a lo largo de seis años de hacer un contenido muy bueno, diferente al de la competencia y, sobre todo, no ser un brasas.
Y es que todo se basa en picar piedra, en ser paciente, y que tus actos hablen más que tus palabras.
Y cuando llegue el momento, hacer esa pregunta que llevas años esperando hacer. Porque a veces, lo único que falta es que lo pidas.
Chispún.
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