Ayer compré una lata de callos del Mercadona
De cómo el ingenioso youtuber cree que hay que hacer sonreír y sorprender
Una lata de callos a la madrileña.
Eso compré anoche.
Del mercadona.
Con su salsa y su morcilla.
No era para mí, era para un participante del Training Camp.
Uno que es muy buena gente y bastante callado.
La cosa es que es un motor diésel.
Coge la bici, comienza a pedalear a su ritmo…
Y pim, pam, pim, pam, pim, pam.
Te sube el pico que le pongas por delante.
Y ayer, de tapado, ganó en los karts.
Porque todos los días hacemos una sesión de karts en la tarde de descanso.
Pues ganó porque ganaba el que mejor media por vuelta tuviese.
Y claro, es un motor diésel: no falla.
La cosa es que le gustan los callos.
Y para celebrar su victoria, me fui al Mercadona y compré callos.
Se los calentaron en el restaurante del hotel, y a la hora de la cena aparecí con los callos como premio a su triunfo.
Le aplaudieron y nos echamos unas risas.
Hay que hacer cosas inesperadas.
Hay que hacer cosas que sorprendan.
Y que saquen sonrisas.
Hacer sonreír a la gente está bien.
El sexo está bien.
Pero hacer sonreír a la gente es mejor.
Y sobre todo si no se lo esperan.
Y ya.
Hoy no hay más.
Diego Rodríguez sigue escuchando a los pájaros en el tejado.
Diego Rodríguez ha comido hoy tres donuts.
Diego Rodríguez sueña con dormir en su cama.